“Vivo a base de parches y con la sensación de no hacer nada bien. Pienso que no soy ni buena profesional, ni buena madre, ni buena hija. Tampoco tengo tiempo para amigos, depilarme las piernas, ver una serie o estar al día con los deberes de mis hijos. Estoy ajada y gastada. En casa me dicen que pare, que voy a explotar. No les hago caso. Tengo en mi camino a todas estas personas y me debo a ellas”.
De esta forma se expresaba hace tres meses Ángeles Caballero en El Periódico, poniendo voz a las miles de mujeres que, cada día, sienten que el tiempo se les va de las manos entre el trabajo y cuidar de sus padres e hijos. Se trata de la llamada ‘generación sándwich’, en referencia a que están atrapados entre dos generaciones, la de los padres y la de los hijos, como el jamón y el queso en el famoso bocadillo.
Cuidado y trabajo
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Si eres madre joven, puede que tus padres todavía gocen de salud y puedas dedicarte al cuidado de los niños, pero si la infancia del más pequeño te pilla en la cuarentena o cincuentena, con mucha probabilidad deberás dar respuesta a este doble cuidado, dado que los déficit del Estado del bienestar provocan que el 80% de las ayudas a los dependientes las lleven a cabo las familias, de manera informal y sin ningún tipo de remuneración o recompensa.
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La investigación presentada por la Cambra de Comerç esta semana ha contribuido a arrojar luz y cifras a esta realidad invisibilizada: en Catalunya, al menos 150.780 personas (casi el 2%) de la población se dedican al cuidado no profesional de personas mayores. De ellos, casi 60.000 personas (el 40%) son los hijos de los dependientes de entre 45 y 64 años. En concreto, el 66% son hijas (alrededor de 40.000) y solo el 34% hombres (unos 20.000 hijos). Y más de la mitad, unos 30.000, a la vez trabajan. Llama la atención el parentesco del cuidado: de esos 150.780, el 38% son hijas, el 17% hijos y el 35% parejas.
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Las horas
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También cunde la feminización entre el resto de cuidadores. Si se tiene en cuenta a todos los que ayudan a las personas dependientes (esposas, hijos y demás allegados no profesionales), el 63% son mujeres, una cifra que en 2008 era del 72%. Ha bajado el porcentaje de féminas, pero no hasta igualar a ambos géneros.
Y si se pone en la balanza el número de horas, las mujeres realizan 102 de las 148 millones de horas de cuidados totales al año, repartidas en jornadas de 49,3 horas a la semana, seis más que los hombres.
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Es tal la carga, que muchas dejan de trabajar o reducen su jornada laboral, mientras que los hombres compaginan mejor la conciliación laboral y familiar, con menos problemas para cumplir el horario de trabajo. Además, un 32% de las cuidadoras ha dejado de trabajar para poder cuidar de personas dependientes, frente a un 17% de los hombres.
Salud
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A ello se suma menos tiempo para disfrutar de vacaciones o tiempo de ocio y… ser conscientes de que no se llega a todo, produce una importante carga mental. “Las mujeres acusan un mayor impacto negativo sobre su salud derivado de su función de cuidadora principal: el 41% de mujeres han visto deteriorada su salud, frente un 27% los hombres. Las diferencias más notables en perjuicio de las mujeres, se encuentran en el cansancio y la depresión: el 64% está cansada, el 42% deprimida y el 19% está en tratamiento médico”, recoge el informe.
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Y, salvo que las administraciones públicas hagan un mayor esfuerzo para ocuparse de los mayores dependientes, la situación se verá agravada en el futuro, puesto que el peso de la población mayor de 64 años aumentará del 19% en 2022 hasta casi el 30% del total en 2050.
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La investigación de la Cambra de Comerç pone, además, cifras al impacto económico de los cuidados informales, teniendo en cuenta la remuneración del salario medio de un cuidador profesional. El coste supone el 4,1% del PIB catalán, lo que equivale a unos 10.105 millones de euros y 389.943 empleos.
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