El Atlético hizo lo único que se puede hacer cuando en 90 minutos la pifias clamorosamente sacando el balón desde atrás, cometes dos penaltis muy evitables y permites a un rival cabecear un córner sin saltar en el área pequeña. El Atlético, claro, cómo no con esa dramática hoja de servicios, se llevó de Lisboa una contundente goleada (4-0) por parte de un Benfica al que difícilmente la Champions le brinde un partido más sencillo.
Este Atlético tan remendado en verano todavía no sabe quién es y quién quiere ser, si carne o pescado, si blanco o negro, si yunque o martillo. Y mientras lo descubre, siempre ocurre, hace escala en estaciones de penitencia. Claro que una cosa es perder y otra muy diferente, esto. La derrota de este miércoles en Lisboa contra el Benfica fue, por fondo y forma, de las que dejan cicatriz. Porque a una puesta en escena desconcertante (ni una parada tuvo que hacer el portero Trubin) se unieron cuatro errores capitales que impidieron cualquier oportunidad de redención sobre la marcha.
Simeone, sin respuestas
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Perdió el Atlético por deméritos propios, sin que Simeone fuera capaz de tocar las teclas para corregir un destino intuido desde muy pronto en el partido. Una actuación subsanable en esta larga Champions de ocho partidos, pero que descuelga ya al Atleti del pelotón de equipos con dos victorias en dos partidos. Y, sobre todo, que amenaza con dejar una herida profunda en un proyecto en fase de asentamiento.
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Quizá la mejor manera de resumir la primera parte del Atlético sea reseñar que su mejor ocasión fue un intento de centro de Samu Lino que golpeó en el larguero. Fue más peligroso ese accidente que cualquier acción premeditada de los colchoneros, condenados demasiado pronto a caminar con un lastre atado a su cintura.
Porque el Benfica, después de asustar a los seis minutos, enorme paradón de un Oblak que empieza a recordar al que fue, se adelantó en el marcador a los seis minutos. Nació el intento en una salida de balón calamitosa del Atlético y germinó gracias a la entrada desde atrás de Akturkoglu, por la autopista que balizaban Llorente y Witsel, con más responsabilidad del español que del belga, relevo de Le Normand este miércoles.
Lesión de Llorente
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El gol castigaba un inicio de aturdimiento de los rojiblancos, incómodos con el traje que les propuso Simeone. Regresó el Cholo a su esquema de carrileros, con solo De Paul y Koke en la medular y Correa y Julián escoltando arriba a Griezmann, con disfraz de delantero centro en Lisboa. El fútbol estático y previsible que interpretaba ese coro, en el que Nahuel Molina tuvo que sustituir por lesión a Llorente tras media de hora de juego, sonaba desafinado.
La primera mitad, de hecho, acabó con un enorme susto de un Benfica que se había dedicado a vivir cómodamente de las rentas desde su gol. Era obvio que el motor del Atlético estaba gripado y Simeone trató de repararlo en el descanso con un par de piezas nuevas: Sorloth, Gallagher y el canterano Javi Serrano por Koke, De Paul y Griezmann. Enmienda total a la línea de creación.
Penalti de Gallagher
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Pero antes de poder cotejar sin el plan B del Cholo iba a funcionar o no, un pisotón claro de Gallagher en el área lisboeta propició un penalti para el Benfica, tras su consulta en el monitor del VAR. Ángel di María no falló el lanzamiento, colocando el 2-0 en el marcador en el minuto 50. El propio Fideo, un par de suspiros después, erró un mano a mano que evidenció que el Atleti estaba en la lona.
No esperó más Simeone para agotar sus cinco cambios, apostando por la entrada de su hijo Giuliano en lugar de un anónimo Julián Álvarez antes de la hora de partido. Pero no hacía faltar ser un lince para saber que el partido ya tenía difícil solución. Entre otras cosas porque Trubin seguía teniendo los guantes como nuevos con el partido ya muy avanzado. Terminó el partido sin que llegara a estrenarlos.
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La catástrofe atlética la incrementó Bah en un córner en el minuto 75. Ni tuvo que saltar en el corazón del área para cabecear a la portería de Oblak, síntoma de lo calamitoso que fue el partido de los de Simeone. Parecía el final del sufrimiento, pero todavía marcó el Benfica un gol más, después de un nuevo penalti, esta vez de Reinildo. Kokcu fue el encargado de abrochar una goleada que dejó completamente desfigurado al Atlético.
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